Derechos de uso y tarifas en fotografía gastronómica: lo básico para evitar problemas

Te escriben: “Necesitamos fotos para redes, carta y para el restaurante. ¿Nos pasas un precio?” Parece simple, pero debajo hay decisiones que te pueden ahorrar dolores de cabeza. Cobrar solo por “ir a tomar fotos” rara vez refleja el valor que aportas. La clave está en separar producción de derecho de uso y dejarlo claro por escrito. Empiezas por el alcance. Producción es tu tiempo, tu saber hacer, el equipo, la pre y la post. Derecho de uso es lo que el cliente compra para explotar esas imágenes: en qué medios, durante cuánto tiempo, en qué territorios y con qué exclusividad. No es lo mismo una campaña local de tres meses en redes que un uso indefinido en empaques o cartelería. Definirlo evita que una foto pensada para Instagram termine en una valla sin permiso ni pago acorde. Los medios marcan la pauta: redes propias, web, carta digital, pantallas del local, plataformas de delivery, prensa, publicidad pagada, piezas impresas en punto de venta. El tiempo puede ser anual, semestral o por campaña; el territorio puede ser local, nacional o regional. La exclusividad encarece porque te impide usar esas imágenes con competidores directos durante el plazo acordado. La forma de cotizar se vuelve más transparente si la divides en dos líneas. Una, la producción: medio día o día completo con un objetivo claro de entregables, incluyendo un número acordado de imágenes finales y clips. Dos, la licencia: una tabla breve que describa medios y tiempo. Si el cliente necesita más adelante ampliar uso, puede pagar una extensión sin rehacer la producción. Es justo para ambas partes. Hay costos que conviene anticipar. Retomas y ediciones adicionales después de la entrega, cambios por decisiones ajenas al set, horas extra, cancelaciones a último momento, alquiler de locaciones, ayudantes, food styling, insumos, traslados. No son “sorpresas”: son realidad de producción. Si están escritos, nadie se molesta cuando aplican. También están los límites saludables. Entregar archivos editados en alta resolución es estándar; entregar crudos rara vez es buena idea porque equivalen a ceder tu proceso. Si aun así los piden, que sea otra línea con condiciones. Sobre el crédito, en redes ayuda y construye reputación, pero no compensa licencias; son conversaciones diferentes. Cuando trabajas con agencias o cadenas, los ciclos de aprobación y pago se alargan. Acordar porcentajes por adelantado para reservar fecha y el saldo a la entrega reduce riesgos. Si los plazos son extensos, una cláusula de intereses por mora protege tu flujo. No es agresivo; es profesional. Las tarifas no son números sacados del sombrero: crecen con el impacto del uso, la complejidad de la producción y tu experiencia. Una foto que detona ventas en pantallas y campañas vale más que una pieza interna. Si estás empezando, la estructura importa más que la cifra exacta. Con el tiempo, ajustarás valores. Lo importante es que el cliente entienda qué está comprando y por qué. Todo cabe en un documento claro de una o dos páginas: objetivo, entregables, calendario, responsabilidades, condiciones de pago, licencia de uso y límites. No es un muro legal; es un mapa para trabajar mejor y volver a contratarse sin fricciones. Y si hay dudas relacionadas con normativas o propiedad intelectual en tu país, la consulta con un profesional te da tranquilidad y evita sorpresas. Trabajar así no enfría la relación; la hace más honesta. El restaurante sabe qué obtiene, tú sabes qué autorizas y ambos pueden crecer sin pisarse. La creatividad se sostiene mejor cuando la base está bien escrita. Si te sirvió, puedes seguirme en Instagram y TikTok @kapofotografia